A diferencia de los aztecas e incas, el sistema político maya nunca incorporó toda el área cultural maya en un solo Estado o imperio. Más bien, a lo largo de su historia, el área maya estaba conformada de una mezcla de complejidad política variable que incluía tanto Estados como cacicazgos. Los vínculos entre estas entidades políticas, fluctuaron enormemente, ya que estaban involucrados en una compleja red de rivalidades, períodos de dominación o sumisión, vasallaje y alianzas. Ocasionalmente, algunas entidades políticas lograron el dominio regional, como Calakmul, El Caracol, Mayapán, y Tikal. La primera evidencia fiable de la existencia de entidades políticas en las tierras bajas mayas se remonta al siglo ix a. C. Durante el Preclásico Tardío, el sistema político maya evolucionó hacia una forma teopolítica, donde la ideología de élite justificó la autoridad del gobernante, y se vio reforzada por la exhibición pública de los rituales y la religión. El rey divino era el centro del poder político, y ejercía un control absoluto sobre las funciones administrativas, económicas, judiciales y militares de la entidad política. La autoridad divina del gobernante era tal que el rey tenía la potestad de movilizar tanto la aristocracia como los comuneros para la ejecución de grandes proyectos de construcción, al parecer sin recurrir a una fuerza policial ni un ejército permanente. Algunas entidades políticas utilizaron la estrategia de ampliar la administración y llenar los puestos administrativos con fieles seguidores en lugar de familiares consanguíneos. Dentro de una entidad política, los centros de población medianos habrían jugado un papel clave en la gestión de los recursos y el manejo de conflictos internos.

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